Gonzalo, José María y Julián. Imagen: José María Ortega-Hernández / Green Moon Project
Tienen 23 años, son españoles y podrían sembrar la primera planta lunar a finales de 2017. Su proyecto ha sido seleccionado de entre 3400 propuestas como uno de los 25 finalistas del concurso Lab2Moon de Team Indus, uno de los cinco equipos que viajarán este año a la Luna financiados por Google.
En 1919, un hotelero de Nueva York llamado Raymond Orteig ofreció 25.000 dólares (el equivalente a 360.000 dólares actuales) al primer aviador que consiguiera volar sin escalas entre Nueva York y París. Lo consiguió en 1927 el piloto estadounidense Charles Lindbergh a bordo del histórico Spirit of St. Louis. Siete décadas más tarde, un empresario llamado Peter Diamandis se inspiró en el Premio Orteig para crear la Fundación X-Prize, que ofrece recompensas millonarias para incentivar el avance de la humanidad.
En 2007, la Fundación X-Prize y Google crearon el premio Google Lunar XPRIZE, que llamaba a competir a ingenieros y científicos de todo el mundo para lanzar una nave espacial, aterrizarla en la Luna y hacer funcionar un rover sobre la superficie del satélite. El primero que lo consiguiera recibiría un premio de 20 millones de dólares, el segundo cobraría 5 millones y entre todos se repartirían bonos técnicos de 4 millones y un premio a la diversidad de un millón. Diez años después, solo quedan tres equipos con un contrato asegurado para viajar a la Luna: uno de ellos es Team Indus.
La nave que Team Indus enviará a la Luna a finales de 2017 financiado por el Google Lunar XPRIZE. Imagen: Team Indus
La nave de Team Indus está lista para despegar a bordo de un cohete del ISRO (la agencia espacial india) a finales de 2017. Pero en su módulo aterrizador hay espacio para un experimento científico que aún está por decidir. El proceso para elegirlo es, por supuesto, otro concurso: Lab2Moon, que estuvo abierto el año pasado para todo el que quisiera participar. En total se recibieron 3400 propuestas de todos los rincones del mundo y se seleccionaron 25. Gonzalo, Julián y José María, tres chicos de Málaga que comparten edad y afición (el espacio), están entre los 25 equipos finalistas que viajarán a Bangalore el próximo 15 de marzo para defender su proyecto ante un jurado de expertos y científicos del ámbito espacial. Se enfrentarán a equipos de Perú, Italia, Estados Unidos, México y Reino Unido.
El trío se enteró del concurso cuando solo quedaban unas semanas para el cierre, a principios de septiembre del año pasado. Pasaron un día entero reunidos, pensando ideas que cumplieran con los requisitos de Team Indus. “Nos pedían un proyecto que impulsara la evolución de la especie humana hacia una especie interplanetaria sostenible”, explica a Gizmodo en Español José María Ortega-Hernández, estudiante de ingeniería aerospacial que participa con otros dos compañeros (un biólogo y un ingeniero de la energía) en el proyecto. Juntos diseñaron un experimento para estudiar la germinación de una semilla bajo los efectos de la gravedad lunar y se pusieron un nombre: Green Moon Project.
El prototipo de Green Moon Project. Imagen: José María Ortega-Hernández / Green Moon Project
Nunca se ha sembrado una planta en la Luna. Es una idea sencilla, pero audaz. Por un lado, nos llevará a saber más sobre el crecimiento de una planta en el satélite, un paso vital para establecer una base lunar como la que plantea la Agencia Espacial Europea. Por otro, es un proyecto cercano, lo que puede ganarles muchos puntos de cara a Team Indus. “Cualquier persona a la que se lo expliques por la calle entiende el proyecto, lo que le da un valor añadido”, comenta José María. “Lo que estamos haciendo es el típico experimento de la lenteja, pero en la Luna”.
Los astronautas de la Estación Espacial Internacional llevan ya un tiempo experimentando con plantas en microgravedad (en 2015 se comieron la primera lechuga cultivada en el espacio), pero la gravedad de la Luna plantea unas condiciones diferentes. A diferencia de la ISS, en la Tierra tenemos un vector de gravedad con una dirección y un sentido; en la Luna la gravedad está representada por el mismo vector, pero con una magnitud seis veces menor (1,6 metros por segundo al cuadrado frente a 9,8 m/s2). Green Moon Project sería un importante paso para conocer lo que sucederá con nuestras semillas en las hipotéticas colonias espaciales. Enviar comida para alimentar a los hipotéticos habitantes de la Luna costaría millones de dólares; más nos vale aprender a cultivarla y mandar semillas en su lugar.
Bien. Gonzalo Moncada Romero, Julián Serrano Arrabal y José María Ortega-Hernández ya tenían una idea y un equipo multidisciplinar (otra de las condiciones de Team Indus). Ahora tocaba desarrollar el prototipo. Para diseñarlo contaron con el asesoramiento de geólogos, biólogos, ingenieros industriales e ingenieros de teleco de la Universidad de Málaga, así como con el apoyo económico de una empresa malagueña que fabrica paneles solares para satélites y microsatélites: DHV Technology.
El regolito lunar del experimento, también usado habitualmente por la NASA. Imagen: José María Ortega-Hernández / Green Moon Project
Primero pensaron en ponerle cuatro probetas a su prototipo: una con tierra de la Tierra, otra con tierra de la Luna, otra con un 50% de cada y la última con tierra de la Luna enriquecida con abono. Pero acabaron simplificándolo con una sola probeta que contiene un simulante de tierra lunar. Este regolito lunar cuenta con la misma composición que el suelo de la Luna traído a la Tierra por las misiones Apolo; fue proporcionado al equipo por la Universidad de Wageningen, desde Holanda. Las pequeñas semillas son de una planta Arabidopsis thaliana, y la estructura del prototipo (de menos de 300 g, por exigencias del concurso) combina vigas de aluminio con piezas impresas en 3D.
“Nuestra idea era llegar a la Luna y regar las semillas”, explica José María. “Pero nos dimos cuenta de que el agua iba a congelarse en el viaje y aumentar de volumen”. El agua iba en un compartimento cerrado y podía ocasionar problemas al incrementar su volumen, así que los malagueños invirtieron su idea. En lugar de regar las semillas, humedecerán el sustrato con una cantidad calculada de agua y pondrán las semillas en una tolva, en la parte superior de la probeta. Una vez en la Luna, el equipo haría caer las semillas con una trampilla y esperaría diez días a que germinen. Así conseguiría controlar el momento exacto en que comienza el experimento.
El soporte vital de las semillas se completa con el aire que va encerrado herméticamente en la estructura y tres LED de colores (azul, rojo y rojo lejano) para favorecer la fotosíntesis. El prototipo cuenta con sensores de CO2, O2, térmico y lumínico que son monitorizados por una placa Intel Edison, cuyo código ha sido desarrollado con Arduino. Al tratarse de la primera planta de la Luna, no podía faltar una cámara que, para no copar el envío de datos de la nave, solo hará tres fotos al día: una cada ocho horas.
“El diseño del prototipo ha sido fruto de muchas sinergias, de hablar con unos y con otros, de trabajar codo con codo, de mirar cada detalle y de aunar mucho conocimiento, tanto de nuestra propia experiencia como de la Universidad de Málaga”, dice José María. “Pero podemos decir que es una colaboración internacional porque hemos recibido asesoramiento de distintos puntos de España, de Holanda y de Estados Unidos”.
Gonzalo, Julián y José María se preparan estos días para viajar a la India y conocer en persona tanto el aterrizador como el rover de Team Indus antes de, por fin, presentar su proyecto a los jueces. Será un pequeño paso para estos tres, pero toda una hazaña para el hombre en su camino hacia los primeros asentamientos humanos de la Luna y Marte (¿y Trappist-1?)
“¿Qué significaría para nosotros conseguirlo? No te lo sabría decir con palabras. Ver que un proyecto que has ideado, que has construido con todo el trabajo y toda una historia que solo conoce el equipo, todas esas horas echadas... Sería increíble. Sabemos que la competencia es feroz, pero a veces es bueno soñar. Vamos a ver qué sucede el próximo 15 de marzo”.