lunes, 3 de marzo de 2014

LO NATURAL ES AMARLA

LA   NATURA

Para estar en contacto REAL con la naturaleza hemos de estar unidos a ella. Por esto disfrutamos agudizando vista, olfato, tacto, oído y paladar junto a ella, en un estado de bienestar sin comparación.  Estas sensaciones podemos experimentarlas, por ejemplo, al caminar por valles, bosques o praderas que recuerdan, sin recordar, a una vida en la naturaleza, sumergida en el esplendor y la frescura de lo espontáneo,  sencillo y enriquecedor, un entorno al que las personas pertenecemos desde siempre que desprende protección para con distintas especies y que significaba a la vez, génesis de encuentro con la propia esencia de la raza humana.
Al admirar una planta, observar su tallo, hojas, la forma que tiene de mecerse con el viento, al tocarla y adormecernos con su olor estamos conociéndola, hablando con ella.
Algo  muy similar sucede con los animales domésticos y aún en casos eventuales y reconocidos hasta con los más salvajes. Se trata de un tipo de expresión intuitiva que es capaz de conectar dos especies diferentes mediante la importancia dada a los sentidos.
El lenguaje es un código poderoso y junto a la gesticulación se convierte en un arma eficaz para entendernos entre nosotros mismos pero no por ello hay que olvidar la capacidad de comunicación que tienen los sentidos. Éstos bien empleados quizá puedan facilitar nexos con recuerdos desconectados actualmente de la conciencia más accesible, que permanecen ocultos por no saber llegar hasta ellos.

Así la naturaleza nos sorprende cuando vemos que una madre de especie canina conoce las técnicas mediante las cuales actuar ante su propio parto, al igual que las cabras y otros mamíferos. Esas madres expulsan el feto, resquebrajan la placenta para posteriormente comérsela y enjugar a su cría primeriza con saliva abundante. En ese justo momento se está desatando  una forma de conocimiento intuitivo que denominamos "natural" y que ciertas razas, digamos que la humana no, han conservado a lo largo del tiempo. Las personas preferimos guardar en los ficheros de la memoria respuestas aprendidas ante estímulos determinados y ante ciertas acciones rutinarias. Por ejemplo si me acerco al fuego, me quemaré y si tecleo sin pensar sobre el teclado de mi ordenador saldrán las palabras que estoy pensado reflejadas en la pantalla. Aciertos que no ahondan demasiado en lo filosófico y que además estos ejemplos, como otros, significan respuestas aprendidas que también figuran en el registro de capacidades de aprendizaje de otras especies. Pero, ¿ Y dónde está nuestra intuición ante un parto? ¿Por qué no sabemos lo que tenemos que hacer más que  a través de información e indicaciones externas a nuestra persona?