LA
NATURA
Para estar en
contacto REAL con la naturaleza hemos de estar unidos a ella. Por esto disfrutamos agudizando vista, olfato,
tacto, oído y paladar junto a ella, en un estado de bienestar sin
comparación. Estas sensaciones podemos
experimentarlas, por ejemplo, al caminar por valles, bosques o praderas que
recuerdan, sin recordar, a una vida en la naturaleza, sumergida en el esplendor
y la frescura de lo espontáneo, sencillo
y enriquecedor, un entorno al que las personas pertenecemos desde siempre que
desprende protección para con distintas especies y que significaba a la vez,
génesis de encuentro con la propia esencia de la raza humana.
Al admirar una planta, observar su tallo, hojas,
la forma que tiene de mecerse con el viento, al tocarla y adormecernos con su
olor estamos conociéndola, hablando con ella.
Algo muy
similar sucede con los animales domésticos y aún en casos eventuales y
reconocidos hasta con los más salvajes. Se trata de un tipo de expresión
intuitiva que es capaz de conectar dos especies diferentes mediante la
importancia dada a los sentidos.
El lenguaje es un código poderoso y junto a la
gesticulación se convierte en un arma eficaz para entendernos entre nosotros
mismos pero no por ello hay que olvidar la capacidad de comunicación que tienen
los sentidos. Éstos bien empleados quizá puedan facilitar nexos con recuerdos
desconectados actualmente de la conciencia más accesible, que permanecen
ocultos por no saber llegar hasta ellos.
Así la naturaleza nos sorprende cuando vemos que
una madre de especie canina conoce las técnicas mediante las cuales actuar ante
su propio parto, al igual que las cabras y otros mamíferos. Esas madres
expulsan el feto, resquebrajan la placenta para posteriormente comérsela y
enjugar a su cría primeriza con saliva abundante. En ese justo momento se está
desatando una forma de conocimiento
intuitivo que denominamos "natural" y que ciertas razas, digamos que
la humana no, han conservado a lo largo del tiempo. Las personas preferimos
guardar en los ficheros de la memoria respuestas aprendidas ante estímulos
determinados y ante ciertas acciones rutinarias. Por ejemplo si me acerco al
fuego, me quemaré y si tecleo sin pensar sobre el teclado de mi ordenador
saldrán las palabras que estoy pensado reflejadas en la pantalla. Aciertos que
no ahondan demasiado en lo filosófico y que además estos ejemplos, como otros,
significan respuestas aprendidas que también figuran en el registro de
capacidades de aprendizaje de otras especies. Pero, ¿ Y dónde está nuestra
intuición ante un parto? ¿Por qué no sabemos lo que tenemos que hacer más
que a través de información e
indicaciones externas a nuestra persona?
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